DE OTRA ÉPOCA... DE OTRO TIEMPO.


Estaba perdido en el baúl de los recuerdos y, sin buscarlo, emergió de entre miles de cosas para ser de nuevo visto, para ser leído...
Os advierto que lo escribí allá por 2002, hace ya 13 años...

Espero que os sorprenda, al menos.
He de deciros que, a día de hoy, está retocado y modificado, pero no lo voy a publicar. Quiero que leáis el original, porque uno jamás debe renegar de su pasado, ni olvidar de dónde vino...

P.D.: Reconozco que es un poco "rococó".

Para vosotros:

PESADILLAS

El sol me nublaba la vista.

Todo a mi alrededor se encontraba muy extraño. El viento mecía en su regazo las negras hojas de los árboles de aquel bosque que me guardaba, y sus gruesos y retorcidos troncos plateados parecían interrogarme con el estrepitoso aullido del silencio profundo.

Ante mí, el suelo, que también de un negro azabache relucía, parecía hundirse vertiginosamente.
El cielo, hasta entonces presumido de su bella luz blanca incorrupta, tornóse de un negro vigoroso que daba miedo sentir. Pronto, mis pupilas ya dilatadas por la escasa luz que el cielo entero me brindaba, divisaron una figura masculina que se movía entre la gruesa niebla que cubría el paisaje. Sentí cómo de pronto mi piel se erizaba, y quise huir como tantas otras veces lo había hecho, pero la curiosidad desenfrenada y compulsiva de la que gozaba mi ser, no dejó a mi cuerpo marchar e hízole quedar en medio de aquel bosque donde ya me había perdido otras muchas veces... sin llegar con vida al final.

"Otra vez...", me dije. Pero permanecí allí. No me moví, mi cuerpo no reaccionaba.
Pronto descubrí que iba ataviada con blancos ropajes de fina seda y, tan pronto como levanté la mirada, observé ante mí a aquel que tantas veces me había acompañado a ese lugar. Lo reconocí por sus alas. Por su capa negra y negras vestiduras, su hoz. Sus cabellos azabache y sus ojos, aquellos que siempre me habían dejado sin palabras.
De nuevo, con su silencio, me interrogó.

Mirábame profundo desde sus ojos fríos y fijos que ya no tenían la luz que solían tener.
Algo había cambiado en el sentido del sueño, algo que, a merced de la muerte, quiso deshacer mi vida.

Tomó, pues, fríamente mi mano derecha, la observó y, con lo que parecía todo el odio del mundo, mordió en ella mi muñeca extrayendo así la dulce sabia de mis venas.
De golpe, se apartó y, con lo que sonó a un gemido agonioso, desapareció en neblinas.
Yo, presa del pánico al ver mis blancas vestiduras ahora ensangrentadas por su mordisco, huí estrepitosamente adentrándome en el tétrico bosque que me guardaba. Tenía miedo. todo mi cuerpo entero, ahora frágil y débil por la herida, temblaba sin cesar buscando el alivio eterno.

No podía gritar pues mi garganta ahogaba en ella cual sonido pudiese alertar a los mortales del estado en que mi cuerpo se encontraba. Aquel gemido que ese ser emitió, sonó a venganza. Pero, venganza, ¿Por qué?, si yo jamás le invité a realizar aquel viaje conmigo.

Pronto recordé que en su sueño era yo su redentora, aquella mujer que él tan deseoso de encontrarla  describía una y otra vez, aquella mujer que tanto daño le había causado para devolverle así a la vida. Ahora se estaba vengando de mí.


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